En agosto del 2019, en las páginas de Identidad Veracruz publicamos la historia de Ana Gabriela López Ferrer, su lucha y vicisitudes por convertirse en una de las mejores en la halterofilia. Entonces nos contaba que su objetivo era llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio .
A casi dos años de aquella entrevista, la pesista xalapeña fue confirmada por la Federación Internacional de Levantamiento de Pesas para participar del 23 de julio al 08 de agosto en los Juegos Olímpicos de Tokio en la división de los 55 kilogramos, tras ubicarse en el quinto lugar del ranking de su categoría.
“Voy a seguir trabajando duro y esperar lo que nos depare ese día de la competencia”, ha dicho tras conocer la noticia.
Aquí reproducimos la entrevista realizada en aquel agosto:
Édgar Ávila Pérez
Xalapa, Ver.-En medio del Coliseo Mariscal Cáceres de la Escuela Militar de Chorrillos, en el lejano Perú, Ana Gabriela López Ferrer evocó aquel patio de su casa cubierto con lonas de colores de su natal Xalapa.
Enfundada en el uniforme de México, Pony –como la llaman- mantenía firme, sobre su humanidad, la barra con 111 kilogramos que le aseguraba un lugar en el podio, sólo doce años después de iniciar sus entrenamientos en aquella vivienda ubicada rumbo al Sumidero, una zona ampliamente conocida en la capital veracruzana.
Levantaba una y otra vez una barra de 20 kilos diseñada para hombres (dos kilogramos más que de mujeres), con discos remendados con placas de metal que incrementaban el peso que cargaba acuestas.
Doce años después, su rostro adusto sabía que tenía en la bolsa la medalla de bronce en la división de los 55 kilogramos femenil en el levantamiento de pesas de los Juegos Panamericanos Lima 2019.
“Siempre tengo esos recuerdos muy presentes, la barra más pesada, el frío que se sentía por estar en un área no adecuada, al principio no tenía plataforma y entrenaba en el suelo”, describe Ana Gabriela.
La mitad del patio de aquella vivienda estaba cubierto con láminas y con lonas para tratar de impedir el frío húmedo de una ciudad enclavada en la montaña, con constantes lluvias.
“Siempre recuerdo todo lo que he pasado y lo difícil que ha sido y siempre me digo: ha valido la pena todo”, insiste la mujer de 24 años con una alegría que contagia.
En casa, el deporte de levantamiento de pesas era habitual. Su madre Lucina Ferrera Sánchez y su tío Luis Tapia se ejercitaban con esa disciplina, al igual sus primos y su hermana.
“Cuando tenía doce años me aburría mucho en mi casa, aparte era muy muy gordita, entonces quise entrar por entretenerme y pasar el tiempo, todavía no tenía en la mente dedicarme al cien por ciento al alto rendimiento en halterofilia”, rememora.
Siempre ríe de manera natural al recordar las peripecias que enfrentó para obtener la medalla de bronce por 91 kilogramos en arranque y 111 en envión para sumar un total de 202 kilogramos levantados.
“Mi tío fue el que me convenció, (aunque) no me veía ni futuro por mi complexión y estaba niña, pero al comenzar a entrenar vieron que sí tenía muchas cualidades y aparte bajé de peso muy rápido”, señala.
Un año después, acudió a una Olimpiada Nacional y ganó el Oro. Era pequeña de edad y casi no dimensionó su triunfo ni la importancia que tendría en su futuro.
“Al siguiente año que voy a la segunda Olimpiada Nacional me empiezan a explicar, veo que las autoridades se preocupaban mas por mí y mí tío me explicaba que esto sería grande, entonces me comienza a caer el veinte que era importante”, afirma.
A partir de ahí nada ni nadie la detuvo: ganó siete veces la Olimpiada Nacional con 21 medallas, obtuvo el Campeonato Centroamericano 2017 con 3 Oros y Campeonato Panamericano 2019 con un Oro y Bronce.
“En un inicio era juego y si fallaba no importa, pero conforme se va adelantando fui poniéndome metas y fui viendo que quería más, que quería llegar a Centroamericanos, Panamericanos y Mundiales”, dice.
Ahora se transforma. Es como si su personalidad fuera invadida por el doctor Jekyll y el señor Hyde. En su vida diaria es risueña y tranquila, en las competiciones enfurece cuando algo sale mal.
“Tantito fallo en un movimiento y me enojo, me enojo porque siempre quiero estar mejorando y al cien y cuando salgo a competir varias amistades me han dicho que no soy yo”, admite.
Su Hyde hizo que en su primera justa continental subiera al podio, un sueño que anheló desde niña, cuando en el televisor de la casa de su tío – que la acogió como su hija- observaba las competencias y se decía: quiero estar ahí y conseguir una medalla.
Ahora su meta son las Olimpiadas. El sistema de clasificación exige seis eventos internacionales, de los cuales Ana lleva tres. Deberá trabajar como Hyde durante un año para conseguirlo.
Mientras tanto, disfruta del triunfo de Lima y lo hace al lado de su familia.
“Es el trabajo que ellos me crearon, siempre han estado atrás de mí”, enaltece.